El año que se va será recordado por quienes nos toca liderar espacios de articulación entre la sociedad civil, el sector privado y el Estado, como un tiempo para una necesaria introspección institucional y evaluar nuevas hojas de ruta para las organizaciones que representamos.
Cuando la sustentabilidad aparece como un modelo de gestión novedoso en los años 90 lo hace con la fuerza que trae toda tendencia. Y en ese recorrido hasta la actualidad fueron cobrando forma varias instituciones que lograron poner el tema en agenda y llevar adelante una valiosa sensibilización. No obstante, cumplida esa primera etapa indispensable, es hora de mirarnos en el espejo del impacto y evaluar qué contribuciones pudimos haber generado.
Hoy que la discusión sobre el tema pareciera haber decantado en una aceptación mayoritaria, la demanda que empieza a surgir es: ¿qué cambios significativos hemos logrado en el ecosistema de la inversión social y del desarrollo sustentable? Y en ese sentido, reconociendo los avances más contemplando los desafíos, debemos hallar el modo de hacer un salto cualitativo. Sobre todo, si nos atrevemos a mirar de frente a la realidad que nos interpela.
El Grupo de Fundaciones y Empresas (GDFE) ha venido actuando desde 1995 promoviendo la inversión social privada de forma estratégica. Desde entonces ha puesto a disposición de la sociedad un sinnúmero de publicaciones orientadas a la formación para la gestión de la inversión social privada y ha brindado diferentes espacios de aprendizaje e intercambio.
Hoy nos proponemos avanzar en una mirada federal y promover la innovación, a fin de lograr un impacto positivo en la sociedad. Sin embargo, sabemos que esto ocurrirá solo si logramos hacer el salto desde una mirada con foco en la micro escala, hacia otra, capaz de construir la sinergia que se requiere.
Asimismo, durante este año también logramos algunos hitos de consideración, como conformando la mesa de trabajo “Sociedad Civil en Red para Consolidar la Democracia” y también, entre otras acciones, hemos promovido las “inversiones de impacto”.
Soy de la idea de que el “debe” de la sustentabilidad de cara a 2018 (y más allá) irá por el lado de lograr una articulación aún inédita entre Estado, empresas y sociedad civil, como así también orientando la inversión económica en un móvil del desarrollo, pero no ya como una consecuencia deseada, sino como punto de partida.
Fuente: Ámbito Financiero – Especial Sustentabilidad: debe y haber 2017. Miércoles 29 de noviembre de 2017. Ver nota.